Los profesores en general muchas veces nos hacemos algunas preguntas: ¿Cómo puedo hacer para que mis alumnos aprendan más? ¿Qué puedo hacer para que mis alumnos superen sus miedos? ¿Cómo puedo hacer para lograr alumnos seguros de sí mismos? ¿Cómo puedo confiar en las capacidades de mis alumnos? Estas son algunas de las preguntas que suelen pasar por nuestras mentes y siempre buscamos la forma de darles respuesta. Para esto muchos tratan de modificar su forma de enseñar, utilizar diversos enfoques, entre otras formas , lo cual puede funcionar, pero para que en verdad rinda los mejores frutos debemos valernos de un arma fundamental que ningún docente debe dejar de lado, esto es el “afecto”.
Los niños son
demandantes de una gran cantidad de afecto especialmente al conocer sus
historias podemos identificar muchas experiencias en las que los padres no los
atienden o tratan como es debido, y estos niños viven muchas veces en
situaciones carentes de afecto y de muestras de ternura, por tanto al llegar al
aula escolar esta demanda de afecto recae en la profesora quien aunque no
debería ser la primera fuente de afecto de los niños en ocasiones se convierte
en la única que lo proporciona y se puede aprovechar todo momento en especial
el momento de actividades psicomotrices. Frente a esta situación podemos
preguntarnos ¿Favorece el proceso educativo que los profesoras de los niños
sean afectuosas?
Algunas
investigaciones demuestran que los niños con profesores afectuosos demuestran
una mejor disposición y motivación en el aula, presentan mejores relaciones con
sus compañeros y sus actitudes son más positivas. Los profesores afectuosos se
preocupan más por tener un contacto individual con cada niño (aun en grupos
grandes) identificando la manera en que el niño debe ser tratado y conociendo
la forma adecuada de reforzar positivamente a su alumno, al realizar contacto
físico con el niño el profesor le transmite una seguridad mayor y favorece la
formación de una autoestima adecuada, cuando el niño ve en su profesor a una
persona cercana puede confiar en él y tendrá a quien acudir en caso de
necesitarlo.
Una maestra
afectuosa es más tolerante a las dificultades que presente el alumno, a los
comportamientos desadaptados que presente ocasionados por las carencias
afectivas a que ha sido sometido. El afecto se puede demostrar con lenguaje
verbal o no verbal dentro del aula, contacto visual afectuoso, una caricia, un
abrazo, una palabra de felicitaciones o de aliento, pedir a sus compañeros que
lo aplauda cuando ha realizado una acción positiva. De igual manera un profesor
afectuoso no deja de lados las normas y los límites, el profesor afectuoso debe
manejar un equilibrio para determinar cuándo debe demostrar al alumno que su
comportamiento fue inadecuado y la manera en que debe corregir su conducta. Por
otro lado es importante, evitar involucrase demasiado pues esto puede hacer que
se afecte con las dificultades del niño lo que le impedirá tomar decisiones
adecuadas y objetivas, por eso debe tener muy presente cuál es su rol como
maestro sin exceder sus funciones para de esta manera dar un trato afectuoso a
todos sus alumnos.
Por esto el rol del maestro debe
estar muy bien delimitado, encontrando un balance entre la autoridad que no se
debe perder en un salón de clase y la vinculación afectiva que se debe tener
para promover el desarrollo del menor. Daniel Goleman (2000) en su libro
Inteligencia Emocional plantea la importancia de que los profesores y padres realicen
en sí mismos un proceso de mejoramiento y conocimiento de sus emociones, que
les permita dirigir sus emociones de manera que pueda alcanzar resultados
exitosos. Esto permitirá que el profesor maneje diversas situaciones dentro del
aula de clase.
El maestro
afectuoso favorece el proceso educativo, pues se ha demostrado que los niños
con suficiente contacto avanzan más en su desarrollo, su capacidad de
aprendizaje es mayor y tienen un promedio de vida más largo, el afecto eleva la
capacidad inmunológica del organismo y acelera los procesos de auto curación.
La presencia de afecto en el aula de psicomotricidad disminuye la agresividad y
las conductas estereotipadas, el contacto físico es terapéutico y curativo. El
maltrato o la indiferencia produce niños más agresivos, con tendencias a la
depresión, incapaces de relacionarse afectivamente y menos motivados ante el
aprendizaje.